Cuatro amigos de la localidad de Claypole, Provincia de Buenos Aires, llegaron este martes a La Falda tras recorrer más de 1.200 kilómetros en bici. La aventura arrancó el 30 de diciembre pasado cuando, con un presupuesto y equipamiento mínimos, partieron desde el barrio Don Orione con la idea de conocer la mayor cantidad posible de pueblos hasta arribar a su destino final: el recital de La Renga en Santa María de Punilla, el próximo 26 de febrero.
Con una sola olla para cocinar, la más liviana que encontraron, y bicicletas muy alejadas de los sofisticados diseños último modelo, Jonathan Irala de 31 años; Nicolás Grozzo de 29; Rafael Lara, también de 29 -único de los aventureros con experiencia previa en ciclismo- y Lucas Aires de 27, quien se sumó a la caravana en Santa Rosa de Calamuchita, sortearon subidas y bajadas ruteras, imprevistos y hasta la ola de calor que azotó la región en enero.
“Esta historia arranca gracias a, y culpa de, La Renga”, contó entre risas Jonathan a La Estafeta y describió ya con cariño a la bicicleta que compró tres días antes de iniciar el viaje: “Rodado 26 y sin amortiguadores”.
“Se venía el verano y teníamos decidido irnos de vacaciones, pero la pregunta era cómo y la respuesta fue… en bici. Primero porque ayuda a economizar y después te permite manejar los tiempos. Fueron varios días de salir de entrenar Kick Boxing, juntarnos a comer y darnos manija. Nos costó al principio, pero vamos bien, lo que te demuestra que en realidad es más la voluntad de uno que lo preparada que puede estar la bici”
señaló.
La Falda fue el destino número 31. Detrás del escenario del centro fueron recibidos por integrantes del área de Prensa local con alfajores y entradas de regalo para conocer el Complejo 7 Cascadas.
Pero no todo fue tan fácil a lo largo del camino. El duro calor de la ruta, el agotamiento físico y los desperfectos mecánicos fueron algunos de los desafíos que lograron sortear con éxito y que les dejaron, como remarcan al unísono, “por lo menos una anécdota por día”.
“El plan era hacer 100 kilómetros por día, pero se nos hizo imposible. La primera parte, de Buenos Aires, Santa Fe y el ingreso a Córdoba, fue lo más duro porque era todo llano y sin nada para ver. Encima durante la ola de calor en la ruta eran al menos diez grados más que en cualquier otra parte. Acá vas entre montañas y las localidades están más cerca entre sí”, contó Nicolás, quien junto a Jonathan, Lucas y otros dos amigos que quedaron en Buenos Aires, integran su banda de rock “Ruidos Molestos”.
El alojamiento fue una carpa para cuatro, aunque los horarios y la necesidad de hacer valer cada peso -sobre todo por los desencuentros con los horarios de estadía en los campings- los llevaron a descansar en construcciones abandonadas, en la puerta de una Iglesia, en estaciones de servicio y hasta en las tribunas de una pequeña cancha de futbol, aunque siempre “cómodos y seguros”, remarcó Nicolás.
También el viaje les permitió cosechar nuevas amistades, como el hombre que en Alpa Corral conoció acerca de su aventura y los terminó invitando a comer un asado; “el pibe” y “Sofi”, dos artesanos que cuidaron de sus bicis y una noche de lluvia les abrieron la puerta de su casa o el dueño de la bicicletería “Del Indio”, en Venado Tuerto, Santa Fe, quien no sólo arregló la rosca de unos de los cuadros sino que además le terminó haciendo un regalo a Jonathan por su cumpleaños y se sumó al festejo “compartiendo unas birritas”.
“Nos llevamos la experiencia sí, pero antes que nada la calidad de la gente. Eso te alimenta un montón. Fue conectarse con lo mejor de la humanidad de las personas”
aseguró Rafael.
La vuelta a Claypole, donde los espera el trabajo y el estudio, será en tren: “Las piernas ya están complicadas”, admite Nicolás. Atrás quedarán los recuerdos, como los campos de choclo de la Ruta 8 que los proveyeron de comida. Pero aún quedan diez días más para seguir recorriendo y terminar de comprobar el título de una de las canciones de la banda que siguen. Esa que dice que el planeta termina en un círculo y «el final es en donde partí”.