Julio Vera tiene 37 años y hace más de un mes se animó a abandonar la comodidad de su barbería en Rafaela, Santa Fe, para disfrutar de lo impredecible. A bordo de su camioneta Berlingo blanca, ploteada con el nombre que eligió para bautizar su aventura, recorre localidades sustentando con su oficio de peluquero el deseo de «viajar más» y «ser libre».
Con un paisaje de fondo diferente cada día, maneja su “Barbería sobre ruedas” sin rutina, ni destino final. Hizo base en Capilla del Monte y, tras pasar por San Marcos Sierras, La Cumbre y Los Cocos, este martes se instaló por unas horas en el Paseo Trenkel de La Falda. Al menos hasta noviembre seguirá viajando por Punilla para luego apuntar hacia el norte con el único plan de continuar recolectando historias y nuevas amistades, incluso más allá de los límites de la Argentina.
“Vengo bien, compartiendo todo el tiempo experiencias nuevas y sumando amistades en el camino. El por qué lo hago es básicamente para ser libre. Trabajo más que antes eh…(risas) pero puedo disponer de mi tiempo y hacer lo que me gusta donde yo quiera. Hoy en La Falda, disfrutando de sus paisajes y mañana en un río, no lo sé, pero siempre cruzándome con historias nuevas porque los peluqueros a veces nos transformamos en los psicólogos de la gente”, contó Julio a La Estafeta.
En Rafaela quedaron su mamá y hermana; sus amigos con los que compartía la banda de heavy metal Centuria, de la que era vocalista, y su pareja Daniela, quien fue testigo y protagonista del «click» que lo empujó a la ruta.
«La camioneta la compre hace un año con la idea de viajar más seguido, pero lo de hacerlo cortando el pelo no estaba decidido. Esa puerta se abrió en enero de vacaciones en el sur con mi pareja. En un lugar que estábamos parando había unos chicos cortándose el pelo entre ellos. Nos pusimos a hablar, me prestaron sus herramientas y les corté. Mientras, pasó uno y preguntó cuanto costaba el corte. Y después otro… Ahí me dí cuenta: era la puerta que faltaba abrirse. La vuelta a casa fue hablando del tema con Daniela, que me alentó y me dio el empujón que me faltaba», recordó Julio, quien aun no echa por tierra el anhelo de que su pareja se sume a la barbería rodante: «En eso estamos», señaló.
El andar es lento pero seguro. Gastando poco, canjeando mano de obra en lo que sea necesario por alojamiento y, cuando falta el techo, la camioneta que acondicionó con ayuda del «chino», un amigo, está preparada para ser un lugar de descanso. Todo está planeado, salvo lo que sucederá al día siguiente. Pero lo que nunca falta, según Julio, es la buena respuesta de la gente.
«Las personas se sorprenden. Pasan por donde estás cortando caminando o en bici te gritan que ya vuelven a cortarse y varios lo hacen. En San Marcos una persona me abrazó super contento y me decía que quería hacer lo mismo. Voy moviéndome de a poco, yendo despacio. Pido perdón a la gente de la ruta porque no voy a más de 75 kilómetros por hora para tratar de gastar lo menos posible», agregó entre risas.
Y completó: «Se resignan cosas. Yo cerré mi local en el que me iba bien, cantaba en mi banda… estaba bien. Pero, si querés, hay que dar el paso porque cuando lo hacés la sensación es inexplicable».
Instagram: @barberia_sobre_ruedas
